La Soberanía de Dios

Alguna vez te has preguntado ¿Por qué suceden tantas desgracias en el mundo?, o ¿Por qué me pasan las cosas que vivo a diario?, y también ¿Quién creó y cómo se creó todo lo que existe a mi alrededor? Así como estas preguntas podríamos formular muchísimas mas con infinitas interrogantes del “porque” de las cosas. Ciertamente para el incrédulo o para aquél que no tiene una relación personal con el Señor, estas preguntas son muy frecuentes y a veces imposibles de responder. Pero, ¿Qué sucede cuando estas provienen de alguien que ha confesado a Cristo como su Señor? La respuesta podría ser muy simple y a la misma vez aterradora. La realidad es que alguien que ha confesado a Cristo como Señor y esta comenzando su caminar en la Fe y la Gracia, aún no tiene una relación solida con su Creador. Es entonces comprensible que surjan dudas y preguntas del “porque” de las cosas que nos rodean. Pero esto no debe aplicar para aquel que lleva varios años en una “relación” con su Señor. Es aquí donde la respuesta se torna aterradora. ¿Qué relación tiene con el Señor? ¿Cuánto tiempo pasa en Su Palabra? ¿Cuanto tiempo ora? ¿Tiene un discipulador de vida o esta siendo discipulado? Es la creencia del autor que una de las enseñanzas mas cruciales que se deben llevar al pueblo de Dios es el tema de Su Soberanía y Su Providencia. La razón de esta postura es que a diario, nosotros mismos o aquel que nos rodea, enfrenta momento en que duda o no entiende lo que esta sucediendo. En ocasiones pensamos que tenemos el control y tratamos de resolver situaciones que en su contexto esta fuera de nuestras manos.

“Hace años, me hice amigo de mi entrenador en el gimnasio. Éramos tan diferentes como podíamos ser. Yo era un estadounidense blanco de una familia que llevaba seis generaciones en el país; él era un inmigrante de piel oscura de África Oriental. Yo tenía «los brazos de un hombre pensante»; él era un enorme campeón de culturismo de peso pesado. Yo estaba soltero; él estaba en su segundo matrimonio y tenía tres hijos pequeños. Yo era cristiano; él no. Pero quería verlo llegar a conocer a Cristo.

En el fondo, también quería otra cosa: quería parecerle una persona agradable. Y ese era el problema. Mi deseo de que él conociera a Cristo a menudo chocaba con mi deseo de parecerle agradable. Pensaba que podría manejar estos dos deseos, pero en realidad tenía que elegir entre ellos.

No recuerdo exactamente cuándo sucedió, pero sí recuerdo que al fin le entregué esta relación al Señor. Oré: «Señor, no puedo salvar a este hombre, ni tengo ningún derecho a tener una amistad con él. Ayúdame a tener libertad cuando estoy con él y dejarte los resultados a Ti». Como resultado, comencé a decirle cosas sobre Cristo sin dudarlo mientras me guiaba de máquina en máquina por el gimnasio, no de manera forzada, sino de forma natural; al fin estaba cómodo con «perder» esta relación, y eso fue lo que hizo la diferencia. Llegó a conocer y confiar en Cristo meses después. El Señor lo hizo.” Citado de Ministerios Ligonier

La palabra de Dios esta llena de estos relatos como los de este hombre que deseaba mejorar su condición física. Pero en nuestro diario vivir también nos encontramos con hombres comunes como nuestro amigo de la historia, y así también tenemos nuestras propias historias de dolor, sufrimiento, angustia, muertes, perdidas, etc. Es por esto que debemos crecer en el conocimiento de Su Soberanía, poder y providencia. Sin este entendimiento sera difícil navegar un mundo corrompido por el pecado y sumergido en las tinieblas. Esta es la historia del pueblo de Dios en el exilio. No tenían templo, servían a otros reyes, estaban sometidos a esclavitud y muy lejos de sus ciudad natal. Entonces, Dios en Su soberanía ya tenia un plan de redención para ellos. A pesar de que todo se veía lejos e imposible, Dios les daría la salida.

Esdras 1:1-4 NBLA

En el primer año de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del SEÑOR por boca de Jeremías, el SEÑOR movió el espíritu de Ciro, rey de Persia, y este hizo proclamar por todo su reino y también por escrito:

2 «Así dice Ciro, rey de Persia: “El SEÑOR, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra, y Él me ha designado para que le edifique una casa en Jerusalén, que está en Judá.

3 ”El que de entre todos ustedes pertenezca a Su pueblo, sea su Dios con él. Que suba a Jerusalén, que está en Judá, y edifique la casa del SEÑOR, Dios de Israel; Él es el Dios que está en Jerusalén.

4 ”Y a todo sobreviviente, en cualquier lugar que habite, que los hombres de aquel lugar lo ayuden con plata y oro, con bienes y ganado, junto con una ofrenda voluntaria para la casa de Dios que está en Jerusalén».

Nueva Biblia de las Américas (La Habra: The Lockman Foundation, 2005), Esd 1:1–4.

Dios, en Su soberanía y providencia, utilizó un hombre pagano y le movió el espíritu para que este dejara ir a Su pueblo a reconstruir el templo. No solo esto, sino también le movió a hacer un decreto (algo que se tenía que cumplir) para que al salir llevaran consigo los mas de 5,000 artefactos en oro y plata del templo que Nabucodonosor había robado. Como si fuese poco, en este edicto se requería que todo aquel que pudiese ayudar ofrendara voluntariamente para la reconstrucción del templo del Señor Dios. Esta re edificación del templo simbolizaba lo que luego sería el Templo del Señor con nosotros (Jesús, Emmanuel). Era de suma importancia esta labor para el pueblo de Dios, y en Su soberanía El utilizó a un rey pagano para que se llevase a cabo.

La doctrina de la soberanía de Dios nos da valentía ante las amenazas, ante conflictos y ante la resolución en medio del sufrimiento, además de esperanza bajo el peso de la decepción. Pero el conocimiento de Su soberanía no siempre produce esa confianza en nuestras conversaciones con los incrédulos. Aquí tendemos a sentirnos abrumados por el miedo a decir algo incorrecto y perplejos con respecto al alcance de nuestro papel humano en medio de Su plan divino.

¿Por qué existe esta diferencia? Tendemos a encontrar refugio en la soberanía de Dios cuando enfrentamos cosas que sabemos muy bien que están fuera de nuestro control: un diagnóstico, un desastre, una angustia o una muerte. Por otro lado, tendemos a aferrarnos al auto-control, o la ilusión de control en nuestras relaciones y en nuestro vida diaria como si Dios no existiese o nosotros estuviésemos en control. Pensamos que si hacemos o decimos esto o aquello, podemos predecir razonablemente cómo reaccionarán las otras personas, o aun nosotros mismos en nuestra conciencia. Esta ilusión de control le quita la valentía a nuestro testimonio, la valentía que la doctrina de la soberanía de Dios provee en las demás situaciones.

La realidad es que NADA esta bajo nuestro control… pues Dios es soberano en todos los aspectos de nuestra vida, incluyendo nuestra salvación la cual es por obras, pero no nuestras, mas bien la obra de nuestro Señor Jesus en la cruz. El Predicador (Salomon) lo dice mejor:

Eclesiastes 11:5 NBLA

Como no sabes cuál es el camino del viento,

O cómo se forman los huesos en el vientre de la mujer encinta,

Tampoco conoces la obra de Dios que hace todas las cosas.

Nueva Biblia de las Américas (La Habra: The Lockman Foundation, 2005), Ec 11:5.

En la Presencia del Señor

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